PERSÉFONE


Proserpine (ca. 1874), de Dante Gabriel Rossetti
Tate Gallery, Londres



Raptada por Hades, dios reinante del inframundo en donde habitan las sombras de los muertos, Proserpina -Perséfone o Kore en la mitología griega- encarna a la perfección a la mujer encerrada en un espacio inhóspito, oscuro y profundo, desconocido para ella. Buscada y reclamada por su madre, Deméter, Hades accede finalmente a devolver la muchacha, pero antes le da a probar unos granos de granada, hecho que termina por condenarla a vivir en el reino subterráneo durante unos meses junto a su esposo, mientras el resto del año convive con su madre en el mundo de los vivos. Diosa de los misterios eleusinos, de la anábasis y la catábasis, reina de los muertos, Perséfone representa a la mujer joven que ha de ser raptada -acto violento- para descender a la profundidad del mundo adulto, masculino y sexuado. Es quien mejor encarna a la mujer que habita dos orbes, ser de umbral, concordia de contrarios, esencia de El Sonajero del Chamán.
La Proserpina (de 1874 aproximadamente) de Dante Gabriel Rossetti, con el rostro de su amante Jean Morris, es indiscutiblemente imagen-emblema de la cubierta de este poemario. Perséfone aparece casi de perfil, en un espacio muy estrecho y en penumbra -la angustiosa sensación provocada por la recreación de un féretro orgánico es evidente-, con pensativa mirada y con una opaca túnica que contrasta con la palidez de su piel, apenas iluminada por la macilenta luz del incensario, cuyo humo sugiere la difuminada y desvanecida dimensión a la que ahora la muchacha pertenece. Los pliegues de la tela se armonizan con la hiedra trepadora, planta de hoja perenne que habitualmente simboliza la resurrección tras la muerte y la eternidad, aunque en determinados contextos su sentido apunta a la subordinación de la mujer al amparo masculino y el sentimiento de ahogo, ya que sus fuertes raíces se apoyan en otros extrayéndoles la vida. Las manos de Proserpina corroboran este último significado: el fruto funerario, la granada, es el causante de su encarcelamiento inframundano; sus luengos dedos sujetan su muñeca cual grillete o cadena. La granada, no obstante, es un símbolo ambivalente, pues representa la fertilidad por sus múltiples granos y el matrimonio -en Roma estaba consagrada a Juno y las novias portaban coronas hechas con las ramas del árbol de la granada-, la sangre de héroes y mártires por su rojizo color y, en el cristianismo, la fecunda y pura espiritualidad. En la parte superior del cuadro tenemos un cartellino, a la manera renacentista italiana, con unos versos que el propio Rossetti escribió, tal vez inspirado en el Himno a Proserpina (1866) y El jardín de Proserpina (1866) de Swinburne.